La rebelión de los bóxers. 1900
Resistencia china al imperialismo
En mayo de 1900
estalló en China la rebelión de los bóxers. Ocuparon Tientsing, puerta de
entrada a Pekín, blandiendo lanzas coronadas con las cabezas de misioneros
asesinados.
Aunque la rebelión fue
centrada en Pekín, esta se extendió a las provincias del sur. El Gobierno
promulgó un edicto por el que se prohibían las actividades de los bóxers, pero
los informes indican que las tropas imperiales solían mezclarse con ellos.
Los bóxers
("boxeador", "púgil") constituían una sociedad secreta con
connotaciones políticas, practicantes de artes marciales. Su objetivo era
expulsar a los extranjeros de China. En 1899 emprendieron una campaña de terror
por el norte del país que, inicialmente, se dirigió contra misioneros
cristianos.
La rebelión de los
bóxers fue la expresión del descontento chino frente a las injerencias
económicas y políticas de las potencias europeas, evidenciadas a través de las
"guerras del opio" contra G. Bretaña (1839-1842 y 1856-1860) y contra
Japón (1894-1895).
A partir de junio, la
revuelta estalló con fuerza, y los bóxers iniciaron un asedio de dos meses a
las Embajadas en Pekín. Estados Unidos envió dos regimientos de infantería para
apoyar a algunas de las tropas británicas, francesas, alemanas, japonesas,
austriacas, rusas e italianas; y para establecer una fuerte presencia militar
en el centro del Imperio chino. Pero para entonces ya había sido asesinado el
embajador alemán Ketteler. La amenaza bóxer se había extendido por todas
partes. Las potencias subestimaron el tamaño de sus ejércitos. Se cree que solo
en el área de Pekín contaban con más de 360.000 soldados. Por ello llegaron a
Pekín refuerzos de contingentes de soldados estadounidenses, rusos, franceses,
italianos y japoneses.
La Corona China, en
manos de la emperatriz Ci Xi, alentó encubiertamente a los rebeldes; la derrota
puso en tela de juicio el papel ejercido por la dinastía manchú y precipitó su
caída del último emperador.
Las disputas entre
Gran Bretaña y China, comenzaron con la Primera Guerra del Opio, por la que el
Gobierno chino quería ilegalizar el negocio con dicha droga. Por el contrario,
el gobierno británico se negaba a abandonar el tráfico y la producción de opio,
ya que para ellos representaba una gran fuente de ingresos, por lo que tras
varios enfrentamientos, el ejército chino fue derrotado, y además Gran Bretaña
exigió varias condiciones de victoria: cesión perpetua de la isla de Hong Kong
a los británicos y permiso de comercialización del opio. Pero éste no fue el
último golpe que sufrió el pueblo chino en su orgullo, ya que tanto rusos, como
franceses y japoneses (contra éstos últimos perdió otra guerra, en 1895),
fueron aumentando su influencia y presencia en suelo chino.
Esta serie de sucesos,
fueron vistos por el pueblo chino como una auténtica ofensa, en especial,
debido a la pérdida continua de territorios que eran propios y que
paulatinamente, pasaban a estar en manos de los extranjeros a los que tanto
despreciaban.
El final de esta
rebelión se produjo el 7 de septiembre de 1901 cuando la Dinastía Qing aceptó
la firma de un nuevo tratado, el Tratado de Xinchou o “Protocolo Bóxer”
desfavorable a los intereses del pueblo chino, y que favorecía a las potencias
extranjeras. Entre otras cosas contemplaba:
1.-Indemnizaciones y
penas de muerte por decapitación para los miembros de la “comunidad xenófoba”.
2.-Las tropas
extranjeras dejaron guarniciones militares desde Pekín hasta el mar.
3.-Los exámenes del
servicio civil fueron suspendidos durante cinco años.
4.-El Reino Unido y
Alemania aumentaron respectivamente en cuatro y diez sus posesiones en China.
Internacionalmente, el
prestigio de China llegó a su punto más bajo. La indemnización consumía la
mitad del producto nacional, perjudicando su precaria soberanía y marcando el
inicio del fin de la dinastía Qing. La derrota puso en tela de juicio el papel
ejercido por la dinastía manchú y precipitó su caída en 1911, siendo proclamada
la República China.
Tarde o temprano los pueblos oprimidos cobran justicia a los regimenes totalitarios.
ResponderBorrarEsta justicia puede ser cruel y desmedida; puede desatar los peores demonios.
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