miércoles, 23 de agosto de 2017


¿POR QUÉ EL EMBARGO NO DERROCÓ A LOS CASTRO?


John F. Kennedy 
¿Sancionar o no sancionar? Ése es el dilema. El embargo a Cuba, declarado por John F. Kennedy en 1962, suele utilizarse como ejemplo del fracaso de las sanciones económicas. En aquellos años, Estados Unidos, en medio de la Guerra Fría, dejó de comprarle azúcar a Cuba y de venderle todo lo demás, mientras muchos países de América Latina rompieron relaciones con La Habana, azuzados por Washington.
Era la época en que Cuba desembarcaba tropas o intentaba el derrocamiento por la fuerza de los gobiernos latinoamericanos, mientras Washington, a su vez, trataba de matar a Fidel Castro y de acabar con su régimen, como lo detecto un satélite de la URSS surgido en 1959 a pocos kilómetros de la Florida, durante la presidencia de Ike Eisenhower.
En 1964 Lyndon Johnson, temeroso de las reacciones del belicoso vecino cubano, al que sotto voce le imputaba la muerte de Kennedy (vivió y murió convencido de ello), resignado a convivir con el apéndice de Moscú clavado en su costado, desistió de intentar liquidar o derrocar a Castro, y optó por “contenerlo”.
El “containment” era un instrumento de la Guerra Fría consistente en tres medidas hostiles, pero legítimas: sanciones económicas, aislamiento diplomático e intensa propaganda adversa. La hipótesis de trabajo era que esas tres armas de hostigamiento, aplicadas con firmeza durante un largo periodo, podrían inducir a la implosión del Estado enemigo.
Naturalmente, contener al adversario requería una continuidad en la estrategia de la Casa Blanca, pero nada de eso era posible en un sistema político como el estadounidense. Acababa imponiéndose la “razón electoral”, y los recién llegados al gobierno traían nuevas soluciones para los viejos conflictos, o nuevos conflictos a los que dedicarse frenéticamente, porque no existía la menor rentabilidad política en tratar de solucionar querellas antiguas que se daban por perdidas. La sociedad norteamericana vivía proyectada hacia el futuro –cambios, innovaciones, invenciones– y no era capaz de sostener esfuerzos de largo aliento anclados en el pasado.
La derrota en Vietnam fue el parteaguas. Estados Unidos quedó muy golpeado y desmoralizado. Nixon asumió el fracaso y buscó las relaciones con China de la mano de Henry Kissinger, un personaje convencido de las virtudes de la realpolitik y del inconveniente de los principios, pero fue su sucesor Gerald Ford el que desechó la política de aislamiento diplomático a Cuba deshaciendo las resoluciones de la OEA y continuando la venta a los Castro de autos norteamericanos fabricados en Argentina iniciada por Nixon. Luego Jimmy Carter remató la faena abriendo en La Habana una “Oficina de Intereses”, que era la manera de restablecer relaciones.
Jimmy Carter
A partir de ese punto la contención de Cuba dejó de existir. Poco a poco, se fue orillando el objetivo de terminar con la dictadura, aunque algunos exiliados tenaces, bajo el liderazgo de Jorge Mas Canosa, lograron que se pusiera en el aire Radio y TV Martí en el gobierno de Reagan, o que el Congreso de Bush aprobara primero la Ley Torricelli, y luego la llamada Helms-Burton en la era de Clinton, una excelente pieza legislativa si en la Casa Blanca alguien hubiese querido utilizarla a fondo.
No obstante, en 1989, cuando el Muro de Berlín fue derribado, o en 1991, cuando desparecieron la URSS, el campo comunista europeo, y hasta el marxismo como referencia teórica, era relativamente fácil para George Bush (padre) o para su sucesor Bill Clinton, retomar el viejo pleito cubano y ponerle fin a la tiranía de los Castro (para lo que hubieran podido contar hasta con el discreto apoyo de Yeltsin y de los rusos), pero ambos prefirieron acogerse a la cómoda idea de que la cubana era una dictadura obsoleta y desacreditada que se liquidaría bajo el peso de su propia incompetencia.
En realidad, el razonamiento escondía un cálculo algo mezquino: era un pleito muy antiguo, sin asideros en el panorama social de los años noventa, cuyos peores aspectos ya se habían descontado localmente. Ponerle fin a la dictadura cubana comportaba ciertos riesgos y carecía de rentabilidad política.
George Bush (Padre)
Probablemente era cierto. A George Bush (padre) ni siquiera le sirvió triunfar fácilmente en la invasión a Panamá en 1989 y sacar de circulación a un dictador desagradable como Noriega. Poco después perdió las elecciones frente a Clinton. Luego vinieron Chávez y la patulea antiamericana y antioccidental del Socialismo del Siglo XXI, pero en Washington se empeñaron en juzgarlos “como una molestia, no como un peligro”.
¿Consecuencias de que la dictadura cubana continúe viva y coleando? El irrefutable historiador argentino Juan Bautista (Tata) Yofre lo resume en el título de uno de sus libros: Fue Cuba. En realidad, es Cuba. Un millón y medio de exiliados venezolanos, narcoestados en Venezuela y Bolivia, una pseudo democracia en Nicaragua, Irán con una presencia inédita en América, mientras en Colombia las FARC se afilan los colmillos para tomar el poder por otros medios.
Concretando: en realidad, no fallaron las sanciones económicas. Fallaron los políticos que debían implementarlas. Se cansaron. Cambiaron sus objetivos. Los Castro se quedaron solos en el ring de boxeo y siguieron peleando. En eso estamos.

                                                                                       Fuente: Agencia de Noticias Impacto CNA.
                                   El autor de este artículo es el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner.


miércoles, 16 de agosto de 2017


Por qué Corea del Norte apunta a Guam
para amenazar a Estados Unidos

Guam ha pasado a estar en el centro de la escalada de tensiones entre Corea del Norte y Estados Unidos, cuyo presidente Donald Trump respondió con lanzar sobre el régimen de Pyongyang “fuego y furia” como nunca se ha visto antes
Sus 165.000 habitantes están en el punto de mira de la beligerante retórica de Kim Jong-un, quien según medios estatales de Corea del Norte está considerando atacarla con misiles.
Pero, ¿por qué el régimen de Pyongyang eligió esta isla en el Océano Pacífico occidental como foco de su enfrentamiento con Washington?
En primer lugar, porque Guam es territorio estadounidense, aunque con un estatus especial. Se trata de un territorio “no incorporado”, lo que implica que sus ciudadanos no pueden participar en las elecciones de este país, aunque sí tienen la nacionalidad y un delegado sin derecho a voto en la Cámara de Representantes.
Pero además, Guam es una piedra clave de la estrategia de Estados Unidos en el Pacífico. Allí cuenta Washington con una base naval, en el sur, y otra de las fuerzas aéreas, en el norte, que fue utilizada durante la guerra de Vietnam.
Ambas están bajo el mando de la Región Conjunta de las Marianas.
Base Naval de Estados Unidos en Guam
Como medida de protección, Estados Unidos tiene estacionado allí el sistema antimisiles Thaad (en inglés Terminal High Altitude Area Defense).
Además, cerca de un tercio del territorio de la isla está bajo control del ejército estadounidense y sus 6.000 soldados estacionados en ella.

A 3.500 kilómetros
Esto da una medida de la importancia estratégica de Guam para Washington: desde allí, Estados Unidos puede acceder rápidamente a las dos Coreas y al Estrecho de Taiwan en caso de que haya una escalada de tensión.
Pero lo que la hace atractiva para Washington también la convierte en vulnerable.
Efectivamente, Guam está a unos 3.500 km al sureste de Corea del Norte, dentro del rango de los misiles balísticos de mediano o largo alcance, lanzados por Corea del Norte. Aunque no está claro cuán efectiva sería Pyongyang en un ataque de este tipo.

“Preparados”
Por lo pronto, las autoridades de la isla han hecho todo lo posible por tranquilizar a sus habitantes.
 “Quiero reafirmar a la gente de Guam de que en estos momentos no hay una amenaza a nuestra isla ni a las Marianas”, declaró su gobernador, Eddie Calvo.
El turismo una fuente de ingreso
La economía de la isla depende de la presencia estadounidense y también del turismo.
Guam es la isla más grande y sureña del conjunto de las islas Marianas, así como la isla más grande del archipiélago de Micronesia.
“Guam es suelo estadounidense…No somos solo una instalación militar”, abundó Calvo en un mensaje en video en el que también aseguró que tanto el departamento de Defensa de Estados Unidos como el de Seguridad Nacional le han dicho que no ha habido un cambio en el nivel de amenaza.
“Dicho esto, quiero asegurar de que estamos preparados para cualquier eventualidad”, agregó.
Y algo similar dijo Robert F. Underwood, presidente de la Universidad de Guam y exdelegado de la isla en la Cámara de Representantes.
“Cada vez que hay ruido de sables en esa parte del mundo, Guam es siempre parte”, le dijo Underwood al Washington Post.
“Cuando eres de Guam y vives en Guam, es desconcertante, pero no inusual”, explicó.
Según Underwood, mientras Estados Unidos tiene que pedir permiso a Corea del Sur y Japón en caso de querer aumentar su poderío militar en la zona, algo que puede ser lento, gracias a Guam puede proyectar su poder de manera inmediata.
Este mismo diario reportó que dos bombarderos B-1B Lancer llegaron a Guam desde Dakota del Sur esta semana para volar junto con surcoreanos y japoneses.
A finales de julio, además, despegaron varios aviones de guerra desde la isla como respuesta a la segunda prueba de un misil balístico intercontinental llevada a cabo por Corea del Norte.
Washington planea trasladar a miles de soldados más a Guam desde la isla japonesa de Okinawa como parte de un re alineamiento global de su ejército.

Un poco de historia
La población indígena de Guam son los chamorro, una mezcla entre entre micronesios, españoles y filipinos, aunque también hay población japonesa, china y de otras islas del Pacífico.
Guam fue una colonia española hasta que España la perdió en la guerra de 1898 contra Estados Unidos, junto con Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Fue tomada por Japón durante la segunda Guerra Mundial pero Estados Unidos recuperó el control en 1944.
Y según el diario español El País, durante la Conquista de América, la isla era el punto de entrada para el Galeón de Manila, la ruta comercial transpacífica Acapulco-Manila.


                                            Fuente: BBC de Londres. Fotografías: Agencia de Noticia Reuters.

miércoles, 9 de agosto de 2017


CÓMO GANAR UNA GUERRA
CONTRA EL TERRORISMO
QUE LLEVA 15 AÑOS EN MARCHA

El final de la Guerra Fría cambió todo el mundo, excepto Oriente Medio. Si no hacemos frente a sus problemas, seguirá habiendo quien adopte el viejo y atractivo eslogan: el islam es la solución

Fareed Zakaria, del GPS de New York, USA
-La mañana del 11 de septiembre de 2001, yo iba conduciendo por la autopista de Long Island hacia casa de un amigo, comenta Fareed Zakaria, del GPS Global de New York, -autor de este trabajo-, donde iba a pasar algunas semanas trabajando en un libro. Cuando llevaba una hora conduciendo pasé de la música a las noticias en la radio y escuché con horror las informaciones de que dos grandes aviones de pasajeros se habían estrellado en el World Trade Center. Di la vuelta al instante, consciente de que mi retiro sabático se había ido al garete. Igual que el de EEUU.
Ahora es difícil recordar el estado de ánimo en los años 90. La Guerra Fría había terminado, y de forma aplastante en los términos impuestos por EEUU. Un mundo que había estado dividido en dos campos -política y económicamente- volvía a ser uno. Docenas de países de Latinoamérica, África y Asia que habían sido marcadamente socialistas se movían hacia el capitalismo y la democracia, abrazando un orden mundial que antaño habían denunciado como injusto e imperial.
EEUU en los años 90 se pasaba el tiempo hablando de economía y tecnología. La revolución de la información estaba despegando. Yo trato de explicar a mis hijos que hace tan sólo dos décadas, gran parte de lo que parece indispensable hoy -internet, los teléfonos móviles- no existía para la mayoría de la gente. A principios de los 90, AOL y Netscape le dieron a los estadounidenses corrientes la oportunidad de explorar internet. Hasta entonces, la tecnología revolucionaria que había acabado con la censura gubernamental y abierta el acceso a la información en el bloque comunista era… el fax. Al explicar sus efectos, el estratega Albert Wohlstetter escribió un ensayo para el 'Wall Street Journal' titulado 'El fax os hará libres'.
De lo que casi ninguno de nosotros se dio cuenta entonces es de que una parte del mundo no estaba siendo reformada por estos vientos de cambio: Oriente Medio. Mientras el comunismo se hundía, las dictaduras latinoamericanas cedían el paso a democracias, el apartheid se resquebrajaba y los hombres fuertes de Asia abrían el camino a líderes electos, Oriente Medio seguía estancado. Casi todos los regímenes de la región, de Libia a Egipto y Siria, seguían regidos por el mismo sistema autoritario que había estado ahí durante décadas. La mayoría de los gobernantes eran seculares, autocráticos y profundamente represivos. Habían mantenido el control político, pero producida desesperanza económica y parálisis social. Para un joven de Oriente Medio – y había exceso de jóvenes- el mundo avanzaba en todas partes, excepto en casa.

El Islam es la solución
El islam político se introdujo en este vacío. Siempre ha habido predicadores y pensadores que han creído que el islam no es solo una religión, sino un sistema completo de política, economía y legislación. Mientras las dictaduras seculares del mundo árabe producían miseria, más y más gente escuchaba a ideólogos que tenían un simple eslogan: el islam es la solución, con lo que se referían a un islam radical e interpretado de forma literal. La capacidad de seducción de ese eslogan está verdaderamente en el corazón del problema al que seguimos enfrentándonos hoy. Es lo que lleva a algunos jóvenes musulmanes alienados (y algunas musulmanas) no solo a matar, sino -mucho más difícil de entender- a morir.
¿Cómo están las cosas ahora? Desde aquel día en septiembre de 2001, Estados Unidos ha librado dos grandes guerras, se ha embarcado en docenas de misiones militares menores, ha construido una amplia burocracia de seguridad nacional y ha establecido nuevas reglas y procedimientos, todo ello para proteger a los EEUU y sus aliados de los peligros del terrorismo islámico.
Algunas de estas acciones lo han hecho. Pero el único cambio llamativo que ha tenido lugar en Oriente Medio es que la inestabilidad ha reemplazado a la estabilidad. La intervención estadounidense en Irak tal vez haya sido la chispa detonante, pero la leña se venía apilando de antes. La Primavera Árabe, por ejemplo, fue el resultado de poderosas presiones demográficas, económicas y sociales contra regímenes que habían perdido la habilidad de darles respuesta o adaptarse. El creciente sectarismo -chiíes contra suníes, árabes contra kurdos- ha modificado las políticas de países como Irak y Siria. Cuando un gobernante represivo ha sido derrocado -Saddam, Saleh, Gaddafi-, todo el orden político de ese país se ha destejido y la propia nación (una creación reciente en el mundo árabe) ha colapsado.

El desafío a la hora de derrotar al Estado Islámico no es realmente vencerle en el campo de batalla. EEUU ha ganado batallas como esa durante 15 años en Afganistán e Irak, solo para descubrir que una vez que las fuerzas estadounidenses se retiran, los talibanes o el Estado Islámico o algún otro grupo radical regresa. La forma de que esos grupos sigan derrotados es ayudar a los países musulmanes a encontrar alguna forma de política que tenga presentes las aspiraciones básicas de sus gentes. De todas sus gentes. El objetivo es fácil de expresar: impedir que oleadas de jóvenes desafectos caigan en la desesperación en estas condiciones, naveguen por internet y vuelvan a encontrar el mismo viejo eslogan: que el islam es la solución. Cuando estos jóvenes dejen de pinchar en ese enlace, es cuando se ganará la guerra contra el terror.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Carta a un presidente desconocido

Presidente, la vida es breve y la eternidad demasiado larga. Cada uno escoge la manera cómo ha de trascender. Venezuela llegó al llegadero, Laureano Márquez.

El humorista y politólogo Laureano Márquez
Me animo a escribirle esta carta como recurso extremo ante el momento de desesperación que vive el país, aún a riesgo de que caiga en el saco roto. Venezuela se halla en una de las encrucijadas más difíciles de su historia. La posibilidad de un estado de violencia desbordado y anárquico se cierne sobre nosotros como una amenaza terrible. No evitarlo sería un acto de insensatez de gran irresponsabilidad.
Con facilidad se pierde la paz de una nación, que tomará luego muchos años, cargados de dolor, odios y sacrificios recuperar.
Es verdad que todos debemos contribuir a la paz, pero quien detenta el poder tiene una especial responsabilidad: lleva en sus manos el rumbo del país, tiene suficiente fuerza para propiciar el desastre o frenarlo.
Los venezolanos estamos cansados, desilusionados, deprimidos e indignados. Creo que lo intuye por la forma como ha frenado algunos procesos electorales mientras propicia otros -como el de la asamblea constituyente-, convocados bajo premisas de representación que permiten obtener una mayoría con el voto de unos pocos, para imponer un proyecto político que el país no está dispuesto a aceptar, que no propicia el consenso, sino la exclusión.
No hay justificación posible para que después de transitar la bonanza petrolera más esplendorosa de nuestra historia, Venezuela este al borde de la ruina. Ecuador y Bolivia son regímenes afines al suyo, sin embargo allí no se observa la misma debacle económica que impera entre nosotros, por el contrario hay progreso.
¿En verdad usted cree que el 80% de la población venezolana es fascista? ¿En verdad piensa que los siete millones y medio de personas que rechazaron la constituyente están financiados por el imperialismo yanqui?
La sociedad venezolana se ha rebelado y no parece que usted haya percibido la gravedad de la rebelión. El país de progreso de sus arengas es una fantasía para la mayoría. La realidad es gente comiendo de la basura, mortalidad infantil, inseguridad, enfermedad, sufrimiento y muerte. El sector productivo ha sido selectivamente destruido, el Estado convertido en máquina de demolición de todo aquello que alguna vez funcionó, el poder judicial pervertido a extremos inimaginables y la Fuerza Armada asimilada a su partido político.
La gente se cansó y frente a este cansancio solo le queda a usted el recurso de la fuerza, ejercida con una crueldad e indolencia pocas veces vista en nuestra historia. La represión nos ha asesinado, encarcelado, envilecido y ha exaltado los radicalismos de todos lados.
Un pueblo acosado por la brutalidad se alza con lo que puede y la nefasta idea del ojo por ojo, comienza a hacerse apetecible. Presidente, a estas alturas, para imponer su proyecto no le queda otro camino que el ejercicio de una violencia muy extrema en contra de sus conciudadanos. Es un grave error de cálculo pensar que las armas pueden sustituir a los votos.
Me gustaría que el pajarito volviera a hablarle en estos días y le recordará el tiempo en que la pesadilla que padecemos hoy, fue un sueño -debo suponer que honesto- de transformación y cambio en el que una mayoría creyó durante largo tiempo.
Y desde esta reflexión profunda examine cuánto se parece la Venezuela de hoy a los ideales que sirvieron de punto de partida. Los defensores de los pobres de ayer son los multimillonarios de hoy, las nuevas cúpulas podridas, con fortunas construidas sobre el empobrecimiento de una nación.
Presidente, la vida es breve y la eternidad demasiado larga. Cada uno escoge la manera cómo ha de trascender. Venezuela llegó al llegadero. Le tomó 18 años de progresivo maltrato y abuso, de desmantelamiento institucional y confiscación de la democracia, rebelarse, pero lo ha hecho y no tiene marcha atrás. Ojalá tenga usted el tino de ofrecer una salida a Venezuela que no sea la del incendió y la barbarie, que tanto dolor y sufrimiento ha causado en nuestra historia.

El autor es un humorista y politólogo venezolano. Artículo publicado originalmente en El Diario Tal Cuál de Caracas, Venezuela