Carta a un presidente desconocido
Presidente, la vida es
breve y la eternidad demasiado larga. Cada uno escoge la manera cómo ha de
trascender. Venezuela llegó al llegadero, Laureano Márquez.
El humorista y politólogo Laureano Márquez |
Me animo a escribirle
esta carta como recurso extremo ante el momento de desesperación que vive el
país, aún a riesgo de que caiga en el saco roto. Venezuela se halla en una de
las encrucijadas más difíciles de su historia. La posibilidad de un estado de
violencia desbordado y anárquico se cierne sobre nosotros como una amenaza
terrible. No evitarlo sería un acto de insensatez de gran irresponsabilidad.
Con facilidad se
pierde la paz de una nación, que tomará luego muchos años, cargados de dolor,
odios y sacrificios recuperar.
Es verdad que todos
debemos contribuir a la paz, pero quien detenta el poder tiene una especial
responsabilidad: lleva en sus manos el rumbo del país, tiene suficiente fuerza
para propiciar el desastre o frenarlo.
Los venezolanos
estamos cansados, desilusionados, deprimidos e indignados. Creo que lo intuye
por la forma como ha frenado algunos procesos electorales mientras propicia
otros -como el de la asamblea constituyente-, convocados bajo premisas de
representación que permiten obtener una mayoría con el voto de unos pocos, para
imponer un proyecto político que el país no está dispuesto a aceptar, que no
propicia el consenso, sino la exclusión.
No hay justificación
posible para que después de transitar la bonanza petrolera más esplendorosa de
nuestra historia, Venezuela este al borde de la ruina. Ecuador y Bolivia son
regímenes afines al suyo, sin embargo allí no se observa la misma debacle económica
que impera entre nosotros, por el contrario hay progreso.
¿En verdad usted cree
que el 80% de la población venezolana es fascista? ¿En verdad piensa que los
siete millones y medio de personas que rechazaron la constituyente están
financiados por el imperialismo yanqui?
La sociedad venezolana
se ha rebelado y no parece que usted haya percibido la gravedad de la rebelión.
El país de progreso de sus arengas es una fantasía para la mayoría. La realidad
es gente comiendo de la basura, mortalidad infantil, inseguridad, enfermedad,
sufrimiento y muerte. El sector productivo ha sido selectivamente destruido, el
Estado convertido en máquina de demolición de todo aquello que alguna vez
funcionó, el poder judicial pervertido a extremos inimaginables y la Fuerza
Armada asimilada a su partido político.
La gente se cansó y
frente a este cansancio solo le queda a usted el recurso de la fuerza, ejercida
con una crueldad e indolencia pocas veces vista en nuestra historia. La
represión nos ha asesinado, encarcelado, envilecido y ha exaltado los
radicalismos de todos lados.
Un pueblo acosado por
la brutalidad se alza con lo que puede y la nefasta idea del ojo por ojo,
comienza a hacerse apetecible. Presidente, a estas alturas, para imponer su
proyecto no le queda otro camino que el ejercicio de una violencia muy extrema
en contra de sus conciudadanos. Es un grave error de cálculo pensar que las
armas pueden sustituir a los votos.
Me gustaría que el
pajarito volviera a hablarle en estos días y le recordará el tiempo en que la
pesadilla que padecemos hoy, fue un sueño -debo suponer que honesto- de
transformación y cambio en el que una mayoría creyó durante largo tiempo.
Y desde esta reflexión
profunda examine cuánto se parece la Venezuela de hoy a los ideales que
sirvieron de punto de partida. Los defensores de los pobres de ayer son los
multimillonarios de hoy, las nuevas cúpulas podridas, con fortunas construidas
sobre el empobrecimiento de una nación.
Presidente, la vida es
breve y la eternidad demasiado larga. Cada uno escoge la manera cómo ha de
trascender. Venezuela llegó al llegadero. Le tomó 18 años de progresivo
maltrato y abuso, de desmantelamiento institucional y confiscación de la
democracia, rebelarse, pero lo ha hecho y no tiene marcha atrás. Ojalá tenga
usted el tino de ofrecer una salida a Venezuela que no sea la del incendió y la
barbarie, que tanto dolor y sufrimiento ha causado en nuestra historia.
El autor es un humorista y politólogo venezolano. Artículo publicado originalmente en El
Diario Tal Cuál de Caracas, Venezuela
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